Hoy en día la educación de los hijos supone grandes quebraderos de cabeza. “No me hago con mi hijo de 6 años, no me obedece nada, es como si hablases con la pared”, “tengo una hija de 10 años muy rebelde, los castigos no me funcionan con ella, está castigada sin nada y sigue sin obedecer”, “mi hijo adolescente solo piensa en salir con sus amigos y jugar con las consolas y estar con el móvil, no consigo que estudie ni colabore en casa, es como si viviese en un hotel” , “a mi hijo de 4 años, le tengo que dejar que se salga con la suya porque si no me da patadas y tira todo lo que encuentra en su camino”. Estos son algunos de los comentarios que escuchamos en las consultas.

¿Qué está pasando hoy en día, para que los padres, muchos de ellos con grandes éxitos a nivel profesional, estén fallando en la tarea más importante de la vida; LA EDUCACION DE LOS HIJOS?
Los Padres están inmersos en sus puestos de trabajo, donde la inversión en éste, es cada vez mayor, limitando por ello, el tiempo que pueden estar con sus hijos. Eso a veces no ayuda a poner los límites o a tener que ponerlos de una forma rígida y extrema, poniendo en peligro el vínculo con nuestros hijos y olvidando el otro aspecto fundamental en la educación; EL AFECTO.

Tener autoridad, que no autoritarismo, es básico para la educación de nuestros hijos. Debemos marcar límites y objetivos claros que le permitan diferenciar qué está bien y qué está mal. Hay que llegar a un equilibrio, ¿cómo conseguirlo para tener autoridad.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta y que digo insistentemente en las sesiones para ayudar a los padres a ayudar a sus hijos, que es fundamental marcar el límite con afecto, sin amor no hay forma de poner los límites. “Un hijo sólo es verdaderamente aceptado y reconocido cuando es educado por sus padres con responsabilidad y amor”. Jaume Soler y Mercè Conangla.

Como padres no tenemos la obligación de amarles, aunque es lo que más necesitan de nosotros. Desde el momento que decidimos traerlos al mundo, adquirimos la responsabilidad de respetarlos, cuidarlos y ayudarlos a crecer. Muchos padres olvidan dicha responsabilidad y la delegan en terceros, a veces por desconocimiento y otras por comodidad.

La mejor forma de demostrar nuestro amor, es desde la autoridad positiva:

• Reconocer mis propios errores como padre o madre, permite que seamos un referente de honestidad para nuestros hijos, trasmitiéndoles seguridad y tolerancia al error, viviendo tal, como parte del aprendizaje y no como un fracaso irrecuperable.

• Tener objetivos claros de lo que pretendemos cuando educamos. Estos objetivos deben ser pocos, claros y formulados deforma descriptiva y compartidos por la pareja, de forma que ambos se sientan comprometidos con el fin que persiguen.

• Valorar sus intentos y esfuerzos por mejorar. Está comprobado que si no se valoran y refuerzan sus buenas acciones, los castigos por sus malas acciones no funcionan.

• Trasmitirles que confiamos en ellos, es fundamental para que avancen en el camino de la vida y para que tengamos autoridad positiva.

• Actuar y huir de los discursos y explicaciones excesivas. Los sermones están comprobadas que no sirven. Actúe en consecuencia para que aumente su autoridad.

• Dar tiempo a su aprendizaje. Una vez dadas nuestras instrucciones de forma clara y concreta, cuando lo ponen en práctica, en ocasiones necesitan atención y apoyo mediante ayuda verbal y física. Querer que todo lo hagan bien desde el principio solo conseguirá que nos frustremos, nos enfademos y perdamos autoridad. Por ello es importante que tengamos grandes dosis de PACIENCIA.

• Escuchar. El arte de ser padres conlleva escuchar a su hijo. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos. Los han juzgado, evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar… nunca.

• Mantén la calma. Gritar cuando pierdo la paciencia, supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además, cada vez se necesita gritar más, porque el niño se termina acostumbrando y deja de ser eficaz, favoreciendo el deterioro del vínculo entre los padres y los hijos, donde el control del hijo se realiza básicamente a través de medidas coercitivas.

El sentido común es lo que hace que se aplique la técnica adecuada en el momento preciso y con la intensidad apropiada, en función del niño, del adulto y de la situación en concreto. El sentido común nos dice que no debemos matar moscas a cañonazos ni leones con tirachinas. Un adulto debe tener sentido común para saber si tiene delante una mosca o un león. Si en algún momento tiene dudas, debe buscar ayuda para tener las ideas claras antes de actuar.

«Los educadores, padres y maestros, han de fomentar la reflexión y la responsabilidad, para dar a los niños elementos para combatir la agresividad y la imbecilidad moral que les rodea.» – Fabricio Caivano –

 

Ángela Martín
Psicóloga Clínica
Fundación Educación Activa

Atención online – atencionprofesional@educacionactiva.como

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